Las canchas de San Judas, en Tumaco, son de concreto. Hay dos de baloncesto y una de fútbol nueve, que se llena los fines de semanas de niños y jóvenes que llegan a entrenar con sus escuelas. Al mediodía, el suelo se calienta tanto que es casi imposible pisarlo descalzo. Con zapatos que tengan la suela delgada se puede sentir como si el pie se derritiera dentro del botín. El río Rosario desemboca en el océano Pacífico, que está a pocas cuadras, y eso hace que se pueda sentir brisa en este escenario, el mismo en el que Pablo Armero aprendió a jugar fútbol hace cerca de 25 años.
En esa época la cancha era de polvo y con lluvia se convertía en un barrial. Con los pies enlodados y la ropa sucia, se acercó Pablo a Henry Quiñónez, el entrenador de la escuela de fútbol Jugar, Aprender y Crear. Le dio un suave golpe en la espalda y le pidió que lo dejara entrenar. No tenía mucha pinta de ser bueno con la pelota, sin embargo, con pocas jugadas en cancha, demostrando sobre todo velocidad, el pequeño descrestó a Quiñónez, quien lo siguió invitando al equipo.
Allí aprendió lo básico. Se enamoró del fútbol y más adelante viajó a Cali en busca de oportunidades. Sacar adelante a su familia fue una gran motivación desde que supo que del balompié podría vivir. Llegó al América de Cali, equipo con el que hizo el proceso de formación y en 2004, con 18 años, debutó como profesional, de la mano del entrenador Alberto Suárez.
Uno de los momentos que más recuerda Pablo Armero de su etapa con el cuadro escarlata fue su primer gol. Se lo anotó al Once Caldas de Manizales, en el estadio Palogrande. “El balón me quedó preciso para pegarle desde fuera del área. El arquero era Juan Carlos Henao, quien no pudo hacer nada. Nunca olvidaré ese gol porque fue el primero”, le cuenta el lateral izquierdo a El Espectador.
Entre 2004 y 2008 este tumaqueño jugó 151 partidos vestido de rojo. Marcó ocho goles y celebró un título, en su última temporada, con Diego Édison Umaña como entrenador. Fue uno de los futbolistas más destacados de ese campeonato y por eso fue a jugar al Palmeiras de Brasil.
Su carrera ha sido exitosa. En Brasil brilló y, en sólo dos años, se ganó el derecho a jugar en Europa. Udinese, Napoli, y Milan de Italia, además del West Ham de Inglaterra, fueron los equipos en los que estuvo. En la selección nacional se consolidó como titular indiscutido por la banda izquierda en todo el proceso rumbo a Brasil 2014, así como en el trascurso de la Copa del Mundo, incluso marcando el primer gol del equipo nacional en ese certamen. Pero cuando estaba en la cima y parecía que incluso podría pasar a equipos de la élite, llegaron las lesiones y su nivel se vino abajo.
“Siempre tuve fe en Dios y estuve convencido de que con la fe en él y el trabajo llegaría un mejor momento. No te puedo decir que fue un tiempo fácil, pero yo sabía de mi potencial, de mi capacidad, y que en el fútbol no siempre las cosas van a salir como uno quiere. Lo más importante en las dificultades es estar bien rodeado, ser fuerte y echar para adelante, independientemente de lo oscuro que esté”, asegura Armero, que estuvo en Flamengo y Bahía de Brasil, en donde tampoco logró recuperar el nivel al que estaba acostumbrado.
En Bahía, al principio fue titular, y eso incluso le abrió las puertas de la selección de Colombia. Pékerman lo llamó para un par de partidos de la eliminatoria a Rusia 2018. Sin embargo, nuevamente las lesiones lo traicionaron y terminó perdiendo el puesto. Claro que no pensó en rendirse. “Uno nunca puede dudar de su capacidad. El ser humano, no sólo el futbolista, va a tener momentos complejos, pero rendirse no puede ser una opción. En esos momentos malos se debe aprender y crecer”. Y justamente la experiencia le servirá para aprovechar esta oportunidad de regresar al América, el equipo que lo volvió futbolista profesional y con el que espera brillar de nuevo para regresar a la selección colombiana de fútbol.
“Es la institución que amo. Además, Cali es la ciudad que me acogió siempre. Pienso que América es más que una pasión, significa mucho para mí. Salir campeón con este equipo fue algo maravilloso y ahora lo quiero repetir. Sé que si lo hago bien y me preparo, Pékerman me volverá a mirar”, finaliza convencido el defensor de 31 años.
por: Luís Guillermo Montenegro