Desde hoy empezó una nueva, y tal vez la última, fase de búsqueda del submarino ARA San Juan, desaparecido en al Atlántico sur de Argentina desde el pasado 15 de noviembre luego de una presunta explosión que lo habría llevado al lecho del océano a una profundidad superior a los 600 metros.
Está liderada por el buque Atlantis, de bandera de los Estados Unidos y nave de la Woods Hole Oceanographic Institution (Whoi), la firma de investigación oceanográfica privada más grande del mundo, que en este caso trabaja en asocio con la Marina norteamericana que, tras el requerimiento hecho por el Comando Sur del Ejército de ese país, aporta el submarino CURV 21. Este último aparato va en la cubierta del Atlantis en un viaje hacia altamar desde el puerto patagónico de Comodoro Rivadavia, el más cercano a la zona donde el San Juan y sus 44 tripulantes, incluida una mujer, emitió la última señal tras un incendio producido por el ingreso de agua de mar por el snorkel hasta las baterías, que a su vez habría producido una gran explosión de nitrógeno. El CURV es un “Vehículo de Recuperación No Tripulada operado por cable 21”, capacitado para descender hasta 6.000 metros de profundidad y liderar un posible rescate o una compleja reflotación que tardaría semanas o meses. Por ahora, el Atlantis va con una autonomía de dos semanas. La operación está respaldada por el submarino ARA Puerto Argentino y por el buque de la Federación Rusa Yantar, equipado con los mejores sistemas de rastreo del lecho oceánico.
Científicos de Whoi, como lo reveló El Espectador el pasado 22 de julio, fueron quienes localizaron para el gobierno de Colombia, por petición del presidente Juan Manuel Santos, el legendario galeón San José, hundido por piratas ingleses a 12 millas náuticas de Cartagena el 8 de junio de 1708. El descubrimiento definitivo fue anunciado vía Twitter por el propio Santos en noviembre de 2015. Entonces, Jeff Kaeli, operador del vehículo submarino no tripulado Remus 6000 que estableció las coordenadas exactas para confirmar que se trataba del “santo grial de los galeones”, tuiteó en inglés: “¡Es oficial! Por esta razón he estado en Colombia! ¡Encontramos el Galeón San José!”. La investigadora oceánica Amy L. Kukulya reconfirmó en Twitter: “En Colombia se descubre el naufragio del legendario galeón español, encontrado por mis colegas @Whoi @remusauv”.
La flota del Whoi incluye dos submarinos Remus 6000 y los robots Knorr y Alvin, aparte de los ultramodernos buques oceanográficos R/V Atlantis -el enviado a Argentina- y R/V Oceanus. En caso de que se requiera un submarino tripulado, el Whoi ofrece el R/V Tioga, un vehículo a control remoto por cable llamado Jason/Medea y vehículos autónomos como el Explorador Béntico Autónomo y el Seabed. En esta tecnología y sabiduría este tipo de expertos están centradas las esperanzas de encontrar los restos del San Juan y de sus ocupantes, declarados muertos por sus propios familiares.
Whoi es la misma prestigiosa entidad que pasó a la historia por el descubrimiento del Titanic en septiembre de 1985, fruto de un trabajo paciente, respaldado por tecnología de punta, exhibida a cualquier turista en su sede principal en el pueblo de Woods Hole, Massachusetts, costa atlántica de Estados Unidos, cerca de Nueva York. Allí funciona el centro de educación e investigación Whoi, donde trabajan científicos de todo el mundo, incluidos colombianos financiados por Colciencias, comprometidos con la filosofía de quienes lo fundaron en 1930: explorar todos los océanos del planeta para beneficio de la humanidad y, en teoría, sin ánimo de lucro. Como si se tratara de un parque de Disney, cualquiera puede recorrer la exposición sobre la emocionante búsqueda del Titanic y tomarse selfies en las réplicas del Knorr y el Alvin, los submarinos que localizaron y detallaron el famoso buque que se hundió en el Atlántico Norte a comienzos del siglo XX.
Con esa misma experiencia ayudaron en la búsqueda del accidentado vuelo 447 de Air France que se perdió en el Atlántico después de despegar de Brasil rumbo a Europa, con 228 pasajeros a bordo la noche del 31 de mayo del 2009. El lugar de impacto en el océano era desconocido y para encontrar las cajas negras y los restos hubo que reunir a expertos oceanográficos de 11 institutos de todo el mundo que trabajaron basados en la última señal de navegación que había transmitido la computadora del avión. Teniendo en cuenta las corrientes oceánicas, que también serán otro factor importante para evaluar la posición y acometimiento del San José, delimitaron un área de búsqueda 750 millas cuadradas. Algo así está en marcha a 450 kilómetros de la costa de Argentina en un mar helado, picado y seguramente más complejo.
Sin embargo, todo este despliegue logístico no garantiza que el San Juan sea localizado y luego reflotado. Un ejemplo de una búsqueda similar e infructuosa fue el vuelo MH370 de Malaysia Airlines, desaparecido el 8 de marzo de 2014 y que nunca pudo ser localizado en el océano Índico a pesar del esfuerzo de los mejores rastreadores del mundo. Uno de exitosa localización y rescate fue el del submarino Kursk, que colapsó el 12 de agosto del 2000 en el gélido Mar de Barents, al norte de Rusia, luego de que una filtración de aceite generara varias explosiones y la muerte de sus 118 tripulantes.
POR: NELSON FREDY PADILLA