El 29 de noviembre de 1987, el vuelo 858 de Korean Airlines, cargado con 115 ocupantes, la mayoría de ellos ciudadanos de Corea del Sur, jamás llegó a su destino final. Kim Hyon-hui, entonces espía del régimen norcoreano, hizo estallar la aeronave. Ningún pasajero sobrevivió.
La misión de la mujer era sabotear los Juegos Olímpicos de 1988, que se llevaron a cabo en Seúl. Al ser parte del servicio de espionaje de Corea del Norte, ella estaba convencida de que “iba a liberar a Corea del Sur como una heroína revolucionaria”, le dijo a la BBC.
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Según la exespía, siempre le habían enseñado que su país vecino era «una colonia pobre de Estados Unidos» y, por lo tanto, sentía que su acto sería heroico.
“Estaba llena de orgullo”, comentó Hyuon-hui.
Ella y otro agente, que ejercía como su jefe, fueron capturados y condenados a muerte. Los altos mandos del gobierno norcoreano les habían entregado cápsulas de cianuro para quitarse la vida antes de ser interrogados.
Ambos las ingirieron, pero la mujer no murió.
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Fue extraditada a Corea del Sur y allí la encontraron culpable. Sin embargo, el entonces presidente, Roh Tae-woo, la indultó por considerar que le habían «lavado el cerebro».
Allí conoció a su actual esposo, quien fue uno de los policías que la interrogó por primera vez. Hoy vive bajo protección del gobierno y cuenta que, después de conocer el engaño en el que vivió, “me di cuenta de que era un auténtico asesinato, de que había matado a mi propia gente, a gente inocente”.
Este año, Corea del Sur será la anfitriona de los Juegos de Invierno en PyeongChang y Kim Hyon-hui desconfía completamente del acercamiento de delegados norcoreanos a la capital. “Por supuesto quees falso. El objetivo de Corea del Norte es completar su programa nuclear”, le manifestó a la BBC.