Mónica Samudio, una pastusa de 43 años, criada en Duitama (Boyacá), es una de los tantos colombianos que tuvieron que vivir el devastador terremoto de magnitud 7,1 del pasado 19 de septiembre en la capital mexicana, pero ahora ha logrado que se tenga en cuenta su conocimiento en el rescate de decenas de personas que quedaron enterradas debajo de los escombros. Samudio relató a EL TIEMPO cómo desde su profesión (ingeniera mecánica y eléctrica) ha colaborado en las intensas tareas de salvamento.
¿Cómo resultó trabajando en el lugar del desastre?
A mi empresa le solicitaron apoyo en el tema de electricidad. Yo nunca había estado en una situación así, pero aun así asistí. Me solicitaron el apoyo en el edificio Álvaro Obregón, que se derrumbó. Ahí me tocó hacer la coordinación para la parte eléctrica de la edificación.
¿En qué consiste coordinar el trabajo eléctrico en una zona de desastre?
Cuando hay un edificio caído, lo primero que hay que asegurar es que no haya energía eléctrica. Eso es lo primero. Verifico que todos los registros e instalaciones de baja tensión que hay por fuera del edificio estén completamente desconectados. Eso evita que vayan a ocurrir desastres por el tema eléctrico.
La otra función que tenía era la de verificar que se instalara la iluminación nocturna, porque en esos casos se necesita que todo esté bien iluminado.
¿Para esto deben coordinar labores con los rescatistas mexicanos (Topos)?
Por supuesto, hay que mantener contacto con ellos, en su mayoría mediante lengua de señas.
Por ejemplo, cuando levantan sus manos en señal de puño, significa que todos debemos mantenernos en silencio porque están tratando de escuchar una señal de vida. También, cuando hacen una cruz con sus brazos significa que ya no hay más trabajo en el lugar; cuando levantan la mano con el puño cerrado y el dedo gordo entre los otros, se entiende que se deben apagar las luces. Ahí entro yo.
Pero también está la información por radio. Cuando, por ejemplo, dicen ¡fuera energía!, yo debo apagar unas lámparas tipo estadio que se instalaron, para que ellos logren detectar de dónde provienen las luces de celulares de las víctimas.
Esas funciones las hice las primeras horas. Ahora, mi última participación ocurrió el jueves en la madrugada. Ahí pasamos de la fase en la que los Topos abren huecos desde el techo para ingresar y rescatar personas a la fase en que los abren de manera lateral. Para hacerlo necesitan reforzar sótanos. En el estacionamiento de dicho edificio, el nivel dos colapsó y quedó al nivel de nosotros, es decir, al del piso. Para poder ingresar de manera lateral hubo que reforzar con islotes o castillos de madera –construidos por varios voluntarios a los alrededores del edificio–, por lo que tuvimos que poner unas lámparas para que iluminaran bien el trabajo de las personas. A mí me tocó entrar para hacer la alineación de todo, y ahí fue lo más duro, pues trabajar en esas condiciones es complicado. Pero durante ese turno lograron rescatar a tres personas, no sé si vivas o muertas, pero las tres salieron en ambulancias.
¿Cómo reaccionar ante estos momentos?
La realidad es que tuve que cargar agua, baldes de escombros y ayudar en todo lo que se necesitara aparte de mis labores como ingeniera. Pero lo que uno hace en esos momentos lo hace con gusto. No me preguntes cómo saqué fuerzas para todo.
¿Cómo llegó a México?
Cuando estaba estudiando séptimo semestre en la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito de Bogotá, decidí continuar mi profesión en el Instituto Tecnológico de Monterrey. Con el tiempo hice otros estudios y actualmente trabajo con TE Connectivity –empresa dedicada a la creación de componentes electrónicos, soluciones de redes y sistemas de comunicación–. Llevo ya casi 18 años viviendo aquí con mi hijo de 19 años.
MARÍA DEL MAR QUINTANA
En Twitter: @MariaQC8