“Km Jong-Un declaró con orgullo que finalmente hemos completado la misión histórica de completar la fuerza nuclear del Estado, la misión de constituir una potencia balística”. Dijo la Agencia Central de Noticias Coreana tras la prueba del Hwansong-15, el misil más potente que lanzado el régimen de Pyongyang. “No van a amenazar a ningún país o región mientras eso afecte los intereses de la República Democrática de Corea”, continuaba la agencia.
El miércoles 29 de noviembre, Corea del Norte probó un misil que sería alcanzar todo el territorio estadounidense. La acción fue, sin duda, desafiante, pero lejos de hacer que las tensiones alcancen proporciones inéditas, todo parece indicar que Kim Jong-Un buscaba todo lo contrario con su último misil.
Esta semana, el responsable de Asuntos Políticos de la ONU, Jeffrey Feltman, visitará Corea del Norte para reunirse con autoridades del régimen de Pyongyang. Dicen que analizará con autoridades norcoreanas «temas de interés y preocupaciones mutuas», según el comunicado de Naciones Unidas en el que se informa de esta visita.
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Feltman no es el único representante político que ha pisado suelo norcoreano en estos días. La semana pasada varios miembros del Parlamento ruso visitaron la Corea comunista de donde volvieron con noticias inquietantes.
“Ellos están listos para sentarse en la mesa de negociación” le dijo Vitaly Pushin a la agencia de noticias Interfax. “La paridad ha sido alcanzada y ellos están listos para negociar con los estadounidenses y resolver todo de manera pacífica”, añadió el político ruso cuya visita coincidió con la prueba balística norcoreana.
La visita de los parlamentarios rusos y de la delegación de Naciones Unidas son pruebas claras de un renovado interés, o preocupación, por acercarse al régimen de Kim Jong-Un. También son una muestra del papel eminentemente activo que Rusia asumió en la política global.
Uno de los ejemplos más recientes fue el apoyo que Putin decidió darle al régimen de Bahsar Al-Assad en Siria. Por cuenta de la intervención del Kremlin en la guerra, tanto los rebeldes que se alzaron en contra de Al-Assad y el Estado Islámico sufrieron golpes que hoy los tienen al borde de la derrota definitiva, pero los efectos de la intervención rusa en Sira van mucho más allá.
La guerra en Siria le deja a Rusia alianzas con Turquía e Irán, dos estados que intervinieron en el conflicto para asegurar sus fronteras y con los que refuerza su influencia en la región.
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La distancia que durante años ha separado al gobierno de Teherán frente a EE.UU. se ha profundizado por cuenta de los persistentes ataques de Donald Trump al acuerdo nuclear iraní. Si las torpezas del presidente Trump también están detrás del acercamiento entre Rusia y Turquía.
Para pelear la guerra en Siria, la administración Trump decidió apoyar a los combatientes kurdos, que reclaman territorios en varios países, entre ellos, Siria, Turquía, e Irán, todos actualmente alineados al liderazgo de Vladimir Putin.
El antecedente de la guerra Siria, hace que la posibilidad de que Rusia juegue un papel importante para salir de la crisis con Corea del Norte sea cada vez más plausible. “Creemos que Rusia, que sigue teniendo cierta influencia en ese país, nos ayudará a encontrar la forma de salir de este impase”, le dijo a Interfax la Sylvie Bermann, embajadora francesa en Moscú.
Por: EE