En las polvorientas calles del barrio Olaya Herrera, Julio Teherán Pinto le hizo el zig zag a los malos caminos desde muy niño.
Y para ello contó con el respaldo de su familia, en especial de su madre Marlin Pinto, quien siempre estuvo ahí para guiarlo, formarlo, ayudarlo y protegerlo.
“Recuerdo cuando jugaba en el barrio a pie descalzos, con una manilla de cartón. Mi mamá se la pasaba atrás de mí para que no saliera porque quería protegerme, que no me pasara nada malo porque había muchas peleas callejeras y los niños se tiraban piedra, era peligroso. Ella siempre estuvo ahí al pie porque en el barrio se veían muchas cosas y le tocó duró”, relató en 2014 a El Universal el gran Julio Teherán, hoy lanzador de los Angelinos de Los Angeles en las Grandes Ligas.
Han pasado 9 años desde ese 7 de mayo de 2011 cuando Julio debutó con los Bravos de Atlanta en el béisbol de las Grandes Ligas. Ese día le entregó a su progenitora el mejor regalo en el Día de las Madres.
Desde entonces, Julio se ha empleado a fondo en la Gran Carpa para ser feliz él, pero también para llenar de alegría a su madre querida, esa que desde niño le dio los mejores consejos para que llegara donde está hoy.
Doña Marlin vive feliz con su familia. “Estoy agradecida con Dios porque en este tiempo de pandemia también nos ha guardado y protegido. Hemos compartido grandes momentos en familia, como ha sido siempre”, asegura.
Sobre su hijo solo atina a decir que siempre su familia lo ha apoyado en su vida deportiva. “Ha escuchado los consejos no solo míos sino los de su papá (Julio). La educación, los valores y los buenos consejos son la mejor herencia que podemos darle a nuestros hijos en estos tiempos tan peligrosos”, comenta.
Ayer, en el Día de las Madres, Julio dio gracias a Dios por mantener en salud a quien lo trajo al mundo y, además, recordó todo lo valioso que ha sido ella en su vida.
“Desde pequeño siempre mi madre fue la que más estuvo conmigo, la que sacó el tiempo para llevarme a los campos a jugar aún y cuando tenía otras responsabilidades. No sabíamos que íbamos a llegar hasta donde estamos hoy, pero sentía que ella lo hacía por amor, porque se preocupaba para que fuera mejor persona cada día y sabía que el deporte era una buena opción para lograrlo”, afirma Julio.
Ella fue clave para que tomara conciencia y buenas decisiones. “Estuvo encima mío para que me acostara temprano, no tuviera malas amistades, cumpliera con mis deberes escolares. Siempre me pisaba los talones para que me fuera bien en el colegio y en el deporte”, agrega.
En el momento que se dio la firma al béisbol organizado, a los 16 años, Marlin fue la primera que saltó y preguntó qué iba a pasar con su educación. “Le dolió mucho cuando se enteró que debía apartarme un tiempo de los estudios, pero al final el sacrificio en el béisbol valió la pena”.
En los estadios donde jugó Julio de niño siempre se escucharon los gritos de apoyo de Marlin. “Aunque yo estuviera jugando bien ella seguía gritando ‘Vamos Julio, tú puedes, no he visto nada todavía’. Si yo había bateado un jonrón o ponchado a un bateador ella decía que eso no era nada, pues siempre quería que diera más, eso me motivaba a hacerlo mejor. Todavía es la hora la escucho gritar lo mismo en los estadios de Estados Unidos. Eso ha marcado mi vida desde niño, es mi fans número uno”.
Julio afirma que ella nunca ha dejado de aconsejarlo. “Desde niño hasta hoy todavía me apoya para que siga dando buen ejemplo. Ella es la mejor bendición que Dios me dio”.
En la familia Teherán Pinto se respira amor y mucha unión. Por eso, Julio siempre ha llevado consigo una frase en el guante: “Amo mi familia”.
“Esa frase la llevo conmigo desde que estoy en Ligas Menores. En el momento que me hacían la manilla me preguntaron si quería ponerle alguna frase, eso fue lo primero que se me vino a la mente porque mi familia para mí es lo principal, por ella lucho cada día. Cuando aparecen los momentos difíciles en cada juego leo esa frase y me motiva”, finaliza.